SÍNDROME DEL BONSÁI Una de las formas más frecuentes de la Violencia Psicológica
- PSI. MARIELA BRACHO
- 11 abr 2018
- 3 Min. de lectura

Cada ser humano al nacer trae consigo una serie de potencialidades que pueden ser desarrolladas a lo largo de la vida. Siendo eso posible dependiendo de lo estimulante o inhibidor del entorno donde se viva.
En muchos hogares donde el machismo es fomentado, al nacer una niña, se “promueve” el aprendizaje de habilidades para los quehaceres del hogar y en el mejor de los casos, esa niña podrá; de adulta, formarse académicamente y trabajar en ello, pero igual no habrá de descuidar las labores del hogar que culturalmente le han adjudicado de propias y de allí el título de “ama de casa”.
Ahora bien, muchas mujeres sacrifican sus sueños de vida al conformar una pareja, pues en su hogar, se promovió con mayor empeño, el rol de mujer o el anhelo de ser la pareja de alguien y desempeñarlo de una manera idealizada hacia el logro de la “perfecta ama de casa”, siendo otras metas; profesionales, personales y económicas, oprimidas o simplemente eliminadas, toda vez son una amenaza para el logro del rol principal hacia el cual familia y sociedad se encargan de recalcar su cumplimiento.
Si revisamos bien, a aquella niña, joven o mujer adulta a la cual se le mutila su derecho a plantearse metas fuera de ese rol general y cultural, se le genera una forma de violencia psicológica que hoy día se le compara con el cultivo de un bonsái, por la similitud de las acciones del artífice del árbol y del agresor en la mujer.
Comparemos entonces; el Bonsái es el arte japonés de plantar en una maceta, casi cualquier especie de árbol, pero su crecimiento y desarrollo comienza a ser manipulado y controlado, donde el artífice a capricho y de acuerdo a lo que desea obtener, va dotando a gotas de lo que éste requiere para mantenerlo vivo y va cortando o podando sus ramas y raíces. Todo esto, con el resultado de un atrofiado, pero hermoso árbol, el cual muestra a sus admiradores con orgullo especial de su trabajo.
En nuestro símil, y de allí el nombre del síndrome de Bonsái, la mujer está plantada en el hogar, donde el artífice o marido, desde el noviazgo o justo al tiempo de generarse la convivencia, va cortando los sueños (ramas) no permitiéndosele cualquier impulso de superación, ya que éste es visto como “dañino” para la armonía del hogar y en perjuicio de las atenciones que debe brindarle al marido y a la crianza de los hijos. Además, no sólo las ramas son cortadas sino también las raíces que representan los lazos familiares y capacidades logradas antes de la convivencia, siendo restringida, quedando las acciones de la víctima limitadas al cerco del hogar o “maceta”. Así como los cuidados que tiene el artífice para con su “bonsái”, pueden traducirse, tal cual en los detalles “amorosos” de cuidados para con su mujer, quien siempre se muestra; arreglada, de buen vestir y suele mostrarse sonriente a la vista de terceros, que la perciben feliz, satisfecha y realizada.
Si bien es cierto que un hogar funcional y la crianza de los hijos es parte del compromiso que se adquiere al constituir una familia, éste ha de ser asumido por la pareja con mayor equidad, en función de una satisfacción personal más equilibrada de sus miembros, incluso si los dos se sienten felices pueden aportar cada vez mayores beneficios a sus hijos, adoptando una postura complementaria y sana ante la vida.
En función de ello, el concepto de empoderamiento de la mujer es propicio, en el sentido de lograr la conciencia necesaria para que deje de ser vista y tratada como un objeto de otros y sea ama y señora , no de otra cosa sino de su propia historia.
Commentaires